El silencio se acumulaba en el umbral…
- ¿Qué te pasa?- Maullaba la gata parda afilando el hocico.
- No tengo sueños para ti, estoy perdido.- Ronroneó con absoluta naturalidad el avezado gato gris sintiéndose falto a su costumbre, herido en su orgullo, y preso de una infinita anonidad. La misma futilidad de la que había estado huyendo desde que se destetó, por propia voluntad, del cobijo materno.
Acompaño sus palabras de una mirada lejana, aprehendiendo para si todos los matices relevantes para marcar a fuego en su memoria el instante en el que había reconocido su derrota. Hubiera deseado que lloviera para que el ambiente de su confesión resultase aún más intenso, más sublime, más patético. Intentaba convertir cada instante al dolor cuando maulló la gata:
-No importa, ya soñaste una vez para mí.
Y la gata se fue, y volvió luego.
28/3/12
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