22/3/09

De ardores nace...

Cuando todos somos uno
y la valentía que nos ampara
condena nuestros tropiezos
asumiendo una desdicha
Mas si yo violento
provoco y me divierto
amparado en un código
fingiendo, aparentando, consintiendo
Y doy gracias por lo necesario
jugando siempre a un juego
de no convertirme en vasallo
necesitándoos en vuestro terreno
Perdón por las sonrisas
y gracias por el cuento

...en duda crece...

Hoy tengo tres sillas dispuestas en la terraza que enfrenta a mi sesera. Dos sois mis invitados para ser juzgados una vez que mis percepciones queden expuestas. No me culpes, yo me erigí en juez, yo me otorgué el cargo, pero fue sólo por pura supervivencia.

...y la brutal necesidad se hace productiva.

No sé si algún día te contaron, como te cuento yo hoy antes de dormir,”La extraña historia de aquel niño al que le dieron de beber sangre de camaleón”.
Fue regalo de su bisabuela, ella misma eligió, cazó y escurrió al bicho justo el día que nació aquel niño para añadirla al primer biberón. Dos propiedades se le atribuían a aquel hechizo recibido en forma de herencia familiar: La facultad de teñir los momentos y la facultad de teñir los recuerdos de aquellos momentos que en su momento no se pudieron entintar.
Residía la virtud del niño en su poderosa lengua, aquella que recibió la sangre de aquel bicho que usaba la suya para cazar.
Y así, aquel que había sido niño, hacía su vida tintando sin maldad. Tintaba de risas, de intrigas, de posibilidades, de picardías, pretendiendo el pobre que entre tanto tinte no lo pudieran mirar para poder sentarse, tranquilito en una esquina, a tomarse una cerveza y ver la vida pasar.

9/3/09

de lo que es, no es y a quien le importe

Érase una vez una ciudad estado en la que nunca todos se ponían de acuerdo en si debía crecer o no crecer y en la que se mezclaban los golpes de pecho con las zancadillas absurdas para que ciertos personajes perpetuaran su papel. Un hombre y una mujer decidieron casarse y lo solicitaron al Rey.
No obstante, tres ariscos cortesanos, dos de ellos hombres y una mujer, que no soportaban los cambios de estado por desafiar sus monopolios, representar sus esperanzas no cumplidas o no quedarse solos por no opinar presentaron su descontento ante la más alta institución.
- Y que sabiendo que ella no era virgen, que de blanco inmaculado no se podía casar…
- Y que como nosotros vendemos los colores, y sabiendo que son pobres, no los podrán comprar…
- Y como la razón nos la damos nosotros, con sólo hablar a gritos no hará falta argumentar…
Ante el Consejo de Sabios gritaron su cometido dándole fuerza con rimbombantes risotadas, manidos chistes facilones y algún que otro soez gesto lascivo. Increíble parecíale al novio sentado en su banco. Irritante, inapropiado, absurdo, estúpido, ofensivo.
Dictó sentencia el tribunal. Cogió un trozo de carbón y después de esquivar la trama con cada mancha que le hacia al inmaculado blanco vestido allí mismo los casó. Ecuánime con los cortesanos evitándoles padecer los disgustos de tan contradictorio estupor arráncole de a uno ojos, lengua y oídos.
Cuentan que la pareja anda fornicando por doquier y haciendo de cada lecho un paraíso. También cuentan que los cortesanos siguen viviendo sentados en círculo, arrancándose unos a otros las garrapatas de la espalda y gritando que son de gustoso comer. Te llaman tonto y se ríen a carcajadas si no aceptas su pitanza y gritan mientras tragan que cualquier día ese Consejo acabará partiendo en dos a un niño.