Se habían conocido bañándose juntos en el mismo Río desde que tuvieron uso de razón. Cada uno habitante de una de las orillas y cada uno hijo de una tribu distinta, pero la pasión por el Río les habían convertido en cómplices.
Entre tanto que los chapoteos enraizaban en sus almas les llego la adolescencia y se permitieron conocer el cuerpo del otro con la misma curiosidad que descubrían las trasformaciones que el empuje del Río causaba en el paisaje que les vio nacer. Pero con esta nueva madurez, llegaron las exigencias de sus respectivas tribus, obligándolo a él a emigrar río arriba para pelear en alguna de las guerras de honor que definen a los pueblos mientras ella quedó en silencio, junto al Río, esperándolo.
Como buen amigo, el Río le trajo noticias antes de que lo hicieran los mensajeros, la coraza del Indio desgajada por golpes que habrían de ser mortales de necesidad. Ella definitivamente quedo muda, el dolor le hizo olvidar el lenguaje de aquellos que le habían arrancado a su otra mitad.
Y ya, para siempre, sólo le quedó el Río, como vínculo extraño con el Más Allá. Se sumergía desnuda durante interminables noches en las que se le escuchaba reír y chapotear y pasaba los días en silencio, de espaldas a las rutinas de su Pueblo, y sumida en una dulzura difícil de explicar.
Nadie se acuerda cuándo desapareció porque ya hacía tiempo que ya nadie la echaba de menos. Pero aún, en las noches claras, cuenta su Pueblo que se le escucha reír y chapotear.
(HISTORIAS DE ALMAS VENCIDAS)
Feliz año Clau!
31/12/09
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Muchas Gracias!!!! Muy linda historia... Eres buen escritor!! Feliz 2010... Besos!
Publicar un comentario