O de cómo se habla a alguien sin corazón
Y volví a su despacho, fría mesa de por medio ante mi necesidad. Ella como siempre ausente, endiosada, gesticulante sin sentido de proposiciones evanescentes, de inutilidad conseguida en base a meritos que querían obligarme a rogar en esta cita que para ella no existiría nunca y que para mi llevaba existiendo desde que presentí que me iba a tocar.
-¿Cómo le invento un corazón para que me escuche? ¿Cómo voy a meterlo dentro de este terminal pseudo-burocrático? ¿Cómo voy a poder dejarlo ahí, latiendo, si no es con parte de mi sangre para que le insufle vida al recordarme?
Hice papiroflexia con mi cara de expediente tratando de recordarle a su padre, a su hermano, a su hijo… (Jamás se me hubiera ocurrido recordarle a su marido). Y así, de la puta mas reina (véase yo) a la reina más puta (véase ella) logré comunicarme con mi propio corazón.
Pidiose después perdón por solicitar lo que es de uno y, a pesar de las promesas, aún me duró la cita hasta que se confirmaron los resultados. Supongo que es el castigo que me queda por olvidarme a veces de mi propio corazón.
O de cómo se prepara el invierno
Preparando el invierno releí todo lo que tenía escrito, me acordé de a quien besé y a quien no besé (besar es un eufemismo), me quedé quieto un momento para comprobar dónde me dolía y lo anoté. Algún día haré algo con esa lista.
O de cómo el cuento corto no se me quedó corto
Corto.
30/9/09
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