22/3/09

...y la brutal necesidad se hace productiva.

No sé si algún día te contaron, como te cuento yo hoy antes de dormir,”La extraña historia de aquel niño al que le dieron de beber sangre de camaleón”.
Fue regalo de su bisabuela, ella misma eligió, cazó y escurrió al bicho justo el día que nació aquel niño para añadirla al primer biberón. Dos propiedades se le atribuían a aquel hechizo recibido en forma de herencia familiar: La facultad de teñir los momentos y la facultad de teñir los recuerdos de aquellos momentos que en su momento no se pudieron entintar.
Residía la virtud del niño en su poderosa lengua, aquella que recibió la sangre de aquel bicho que usaba la suya para cazar.
Y así, aquel que había sido niño, hacía su vida tintando sin maldad. Tintaba de risas, de intrigas, de posibilidades, de picardías, pretendiendo el pobre que entre tanto tinte no lo pudieran mirar para poder sentarse, tranquilito en una esquina, a tomarse una cerveza y ver la vida pasar.

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