Decíanle donde lo conocían “el hombre moneda” por su dualidad de cargar enorme cruz y el impagable rostro que hacia valer para soslayar tan pesado impedimento. También solían conocerlo así por otras perfumadas esquinas por su demostrada habilidad de colarse por determinadas rendijas y obtener, obtener, obtener.
Nadie sabia como lo hacía. Pero a determinadas horas solían verlo rodando con su imperturbable concentración sabiendo consciente de la necesidad de vivir el mayor tiempo posible de canto.
- Estás ausente – Decíanle
- No, estoy pendiente – Respondía él. Y es que le habían enseñado que las buenas rendijas verticales son.
Y rodando rodando combatía la frustración de tener que pagar las cosas necesitando más de una vez. Porque él había nacido moneda, no había nacido billete, y su casta le obligaba a multiplicarse cuando quería alcanzar una buena buena acción.
Dicen donde lo conocen que de tanto rodar a veces se marea y te lo puedes encontrar por alguna esquina vaciándose la mirada. Dicen también que si se recuesta de un lado es que esta de jarana, pero si se recuesta de otro es que llegará a casa de día.
Este es el increíble caso del hombre moneda, que nunca aguantó demasiado en ninguna alcancía.
14/2/09
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