9/12/08

Inocencia termiqueña

Cuando yo era pequeño vivía en un pequeño pueblo de trabajadores de una gran hidroeléctrica. Cuando venía de jugar y aún no había desfogado bastante solía subir un par de escalones de la escalera que conducía hasta mi casa y lanzaba el balón sobre el tejado para comprobar si mi intuición era lo bastante poderosa como para acertar por donde iba a caer y atajarlo antes de que tocase el suelo.

Si por cosas de la fortuna el balón quedaba encanado por culpa de alguna teja rota y los palos y las piedras no bastaban, sólo tenía que buscar a algún vecino para que acudiera con una de esas largas escaleras de mano que rondaban por el pueblo para que subiera y lo bajara entre reniegos. Aún no se si les divertía más subir tan alto o reñirnos después. Mientras acataba esas solemnes palabras de persona-mayor con la cabeza gacha como correspondía miraba de reojo hacia arriba y pensaba ¡Coño, sólo son tejas!

En las noches de verano después del toque de queda materno, si aún escuchaba gritos de diversión desde el final de la calle y la puerta ya dormía con la llave echada, abría con sigilo la ventana de la cocina, me encaramaba a la reja de la despensa y saltaba sobre la escalera que conducía al rellano después de rebotar en la repisa de la baranda. Antes de perderme corriendo en la noche y con la adrenalina disparada lanzaba una furiosa mirada hacia atrás y pensaba ¡Mierda, sólo son puertas!

El pueblo estaba lleno de frutales que al finalizar la primavera nos ofrecía albaricoques, nísperos, moras, ciruelas,… Después de comer solía trepar a ellos y tras acomodarme entre las mejores ramas me llenaba la panza sin ninguna prisa y sin ni siquiera alargar los brazos. De vez en cuando pasaba por debajo algún vecino-mayor que tardaba poco en recordarnos que los árboles eran de la empresa y que si los jefes me veían ahí subido despedirían a mi padre del trabajo. Sopesaba sus palabras y después de calificarlas como gran tontería seguía hartándome de sabrosa fruta fresca hasta que el cambio de estación pelaba las ramas. Pensaba ¡Ostias, sólo son empresas!

Pero tenían razón. No eran míos los árboles, ni la fruta, ni el monte, ni mi casa. Lo descubrí años mas tarde cuando volví por allí después de conseguir mi primer coche. Ya no encontré la escalera–puente que salvaba el desnivel de un piso desde mi calle a mi rellano que estaba aposentado sobre lo alto de las casas que daban a la calle de abajo. Me quede mirando paralizado al borde del estropicio que alguna máquina pesada había ocasionado con la idea de que ningún muerto de hambre ocupara esas casas ya abandonas. Ya ni siquiera quedaba en el pueblo algún vecino al que poder acudir para que me prestara alguna de esas largas escaleras de mano para salvar la distancia y comprobar si mi puerta era ahora tan sólo una puerta. Dentro de poco aquellas tejas tampoco estarían ahí.

Ni siquiera Manolo, que resistió estoico pintando su blanca fachada de azul Marruecos y colgando sábanas rotuladas desde su balcón para defender su derecho de pertenencia sobre su sueldo en especias logró ablandar el corazón de la empresa. La casa azul se quedó sin fachadas bancas sobre las que resaltar para después pasar a ser un montón de escombros más y a Manolo, lo “trasladaron” afuera. Creo que fue la primera vez que pensé “¡Joder, cuidado con las empresas!”

6 comentarios:

Anónimo dijo...

De lo mas bonito que he leido, y a la vez triste. Yo no he vivido en ese lugar tan bello que describes, tuve la oportunidad de conocerlo cuando esas empresas habian acabado con lo que un dia fue, pero me han hablado tan bien de aquel lugar, de lo que un dia fue que te podria decir que casi lo vivi... Siempre quedara el recuerdo, eso no te lo va a quitar nadie.

elsurdelsuelo dijo...

Gracias!!

Anónimo dijo...

Cuantos recuerdos, y que bonitos todos...
Tu vecina.

susana dijo...

Soy de Alicante pero parte de infancia y adolescencia la pase alli,,puesto que alli viva mi tio y su familia y he de decir que fueron los años mas chulos que pase me acuerdo de los fines de semana y de las largas tempordas de verano ,,,recuedo el economato ,,el bar , aquel parque con sus cuatros columpios donde pasabamos las horas,,sus fiestas de disfrazes, sus torneos de juegos,yo tabiem comia de aquellos arboles,,sus piñas, sus granadas jajajja,,que maravillosos recuerdos!!!!y la pena con los años de los años y ver como cada vez habian menos personas alli ,la soledad de ver aquello tan desabitado hasta no quedar nadie ,,una pena siempre estara en mis recuerdos,,,desde Alicante un beso

Anónimo dijo...

Joder se me han caido hasta las lagrimas...que razon...aun cuando voy me hincho a llorar...yo soy Yaiza,la hija de Manolo y fui la ultima en irme de alli...es lo mejor de mi vida...aquella termica...muy bonito lo que has escritoo...yo tambien subi a los arboles...escale las montañas...me meti mil ostias con las bicis...comi vinagretas con mi mejor amigo Alberto, nos tumbabamos en ellas mientras nos inchabamos hablando de los bichos,de los juegos y de los esperimentos sin pensar en los problemas que tenia la vida...son sensaciones que se quedan...incluso al final cuando no quedaba nada...me meti en todos sitios con 12 añitos ...yo la disfrute a tope.un beso a todos los que pisaron simplemente aquellas "calles"...

manolo dijo...

Hola a tod@s, he leido esos recuerdos de la niñez, de tu niñez y he vuelto sobre mis pasos a recordar mis viviencias en la termica, yo tambien llegué allí siendo casi un niño de 23 años, llegué desde Extremadura con una vida por delante y un pasado grisaceo por detrás.

Viví de una forma un poco autodidacta, sin creer en las normas escritas por burógratas aceitosos sentados detrás de relucientes mesas con relucientes secretarias embutidas en relucientes y ajustadísimas vestimentas.

Expresé mis ideas, ideas compartidas por la mayoría de compañeros, bueno vamos a dejar lo de compañeros, digamos que eran "gente que trabajaba en el mismo sitio que yo", ideas que iban en contra de las que tenían la obsesión de HEREDAR LA EMPRESA y ahora que están jubilados pensarán "joder si yo hubiese hecho ...", pero señores es demasiado tarde, como lo es para mí.

No me arrepiento de lo que hice, ni en lo más minimo, no hice ninguna heroicidad, hice lo mismo que miles y miles de españoles, politicos, escritores, actores, estamentos oficiales, amas de casa, trabajadores, niños; a ninguno de ellos los sancionaron, ni encarcelaron, a ninguno; pero el la gran empresa había un ogro prepotente que se comió a Manolo; pero ¿que hubiese ocurrido si todos hubiesen expresado lo que estaban deseando y no se atrevieron a hacer?, se hubiese comido a dos o tres pero al final se habría atragantado, hubiese tenido que vomitar todo el odio que tenía en ese cuerpo con complejo de enano, chulo y prepopente.

Todo eso pasó y ahora desde mi soledad miro hacia atrás y veo que el ser humano es individualista, egoista y no existe eso que decimos "amigos", siempre tenemos en la boca la famosa frase de "que le den ...".

Termino con una cita que reza:

"TODOS NACEMOS COMO ORIGINALES Y MORIMOS COMO COPIAS", ¿yo también?

Gracias por esas últimas líneas de tu monólogo.

Manolo