15/2/12

Reconstrucciones

Despertó, los ojos se abrieron impresionados para contemplar el alarido que llenaba la habitación. Recorrieron todos los rincones siguiendo su rastro hasta que comprendió que aquel grito, que la había despertado, provenía de su garganta. Entonces lo logró callar.

Sábanas blancas y cortinas raídas, habitación de hospital. En el mismo momento que le afloró la memoria su cuerpo se negó a respirar. Bocanadas de aire mientras sus manos se clavaban en las mantas, ningún recuerdo limpio al que aferrarse. Espasmos abdominales mientras la conciencia no dejaba de castigar. Entró el personal del centro y le chutó un tranquilizante: “Eres valiente y te pondrás bien, solo has perdido el corazón.”

De repente, la tormenta se hizo calma. Las bombillas le calentaban la cara y el color de las paredes se extendió. Hizo de su cuerpo un ovillo y apretó la frente contra la almohada. Logró llevar a sus ojos el nuevo grito que le nacía en la garganta y, exhausta, asimiló: “He vuelto a hacerlo, ahora tendré que construirme otro corazón.”

Liviana, a veces siente que la gente la mira extraña mientras ella observa. Va tomando medidas de los cariños que la gente se regala, de los afectos con los que se compensan para convertir las situaciones en más mundanas. Ella aprende y recuerda que, una vez, también sintió una caricia así en la cara. Que, en alguna ocasión, también recibió aquella buena palabra pronunciada con ternura o con pasión.

Y así, día a día, ella se llena. Recoge esos pedacitos, y los junta con fuerza, para volver a construirse un corazón. Tiene mucho camino por delante.

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